viernes, 8 de agosto de 2008

OCHO OCHO DOS MIL OCHO

Porque Dios esta hoy mirando hacia mí,
Solo soy un hombre, solo soy una palabra, solo soy una voz.
Porque Dios hoy de tu mirada no puedo huir,
Que quieres escuchar de mi, que palabras debo escribir.
Tocas mi intelecto con tu mano, tocas mi corazón con tu dedo;
Jamas había podido sentir tanto, el querer escribirte tanto.
Hoy no es un día con un amanecer normal,
Hoy es un día donde el sol nació por el Oeste.
Que gran asombro el ver la exquisitez opacada por la esclavitud,
Es como ver unos asesinos de monjes jugar a las olimpiadas.
Soy solo un hombre con una palabra y una voz,
Pero soy el hombre con la palabra y la voz que quiero escuchar.
No puedo hipnotizarme con una Paz desvanecida,
No podrás escapar al sonido de un grillete de cinco aros.
No encuentro Dios las palabras que ellos escuchen y atiendan,
Y aunque no tengo temor de alzar mi voz el día de hoy,
Quiero pedirte lleves tu atención y tu amor a mis hermanos de un Tibet olvidado.
Ellos tienen corazones sin miedo, almas sin temor, pero te necesitan
Protege su carne y su cuerpo y salva el corazón de quien los oprime.
Evita que de mi boca salgan dos mil ocho maldiciones por hora,
Que cada gota de lágrima se convierta en un paso a la libertad.
Lleva sus miradas hasta tus palabras para que en ellas vivan,
Que hagan del amor y la libertad su legado de herencia.
Si estas no son las palabras y la voz que querías escuchar,
Entonces hoy he despertado debajo de un cielo al que no pertenezco,
Sobre un suelo que ya no puedo seguir pisando.
Viviendo en una era que juega a las olimpiadas sin libertad,
Que espera las horas de la noche y la madrugada para invadir mi paz,
Para invadir mis sueños, y despertar en la misma desesperanza,
De los años tristes y oscuros en los que tu hijo vivió en esta tierra.
No lamento ni un instante aguarme la fiesta en Beijing,
Lamento profundamente es no celebrar todos juntos en libertad.
José Antonio O.L.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es indudable que si todos en el mundo compartiéramos esa misma pasión que tenemos por los Deportes, Olimpíadas, y un sin fin de pasatiempos, y transformáramos esa pasión en un grito alunísono de esperanza, en un sentimiento de paz; si viéramos tan siquiera que no es una quimera sino que es algo realizable el ser humilde ante los ojos de Dios, desprendiéndonos de ataduras, de roces egoístas, haciendo de la codicia y la ambición de poder, sólo escombros que se desvanecen en el éter. Si sintiéramos lo sencillo que es vivir la vida con la sencilléz que sólo ella requiere, seríamos seres más plenos y con la absoluta certeza de explorar muchos más momentos de alegría y de dicha.
Eury Moscoso