Dios y la Psicología.
José Antonio Omaña Lezama.
(Primera Parte)
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo poniendo su propia imagen en él tanto en el aspecto físico como en lo mental y espiritual. Sin embargo al entrar el pecado al Edén rompió la armonía que existía y el hombre comenzó a cosechar los resultados de su desobediencia. Debió abandonar su bella morada y con ello también perdió el acceso al árbol de la vida iniciando así su descenso físico y su decadencia hasta llegar a la muerte, esta es la historia que por un lado nos cuenta el evangelio, la Biblia y en fin la gran mayoría de las religiones existentes en el planeta.
Han pasado cerca de seis mil años del comienzo de la historia escrita y más de quince mil años del comienzo exitoso de la especie humana; pero, al igual que Adán, seguimos teniendo la promesa de una restauración en la persona de Jesucristo, o de una restauración de manos de la ciencia. Una restauración basada en salud, paz y perfección de carácter; una restauración tanto del alma como del cuerpo; una restauración de la vida moderna y desenfrenada del hombre en una vida completamente espiritual y de restauración física, libre del pecado y con la promesa asegurada de ambas partes de la curación de todas las enfermedades.
Relación Mente-Cuerpo: Cristo conocía la gran relación existente entre la mente y el cuerpo, donde la primera influye sobre el último y viceversa. La ciencia busca ese mismo conocimiento a través de muchas de sus ramas, pero yo entiendo de la Psicología. En esta se busca la relación existente de muchas enfermedades que afligen hoy a la humanidad y que se comprueba tienen su origen en la mente y solo se pueden curar si se recupera la salud de ésta. La Psicología ha estudiado la relación que existe entre los estados psicológicos negativos, como la ansiedad y la depresión, y el sistema inmunológico. Los resultados obtenidos sugieren que la depresión y la ansiedad están relacionadas con una disminución en la producción de linfocitos (glóbulo blanco especial para la inmunización) y su actividad natural de destrucción de las células invasoras, además de disminución en la sangre de la cantidad total de glóbulos blancos y de anticuerpos. Por lo tanto nos enfermamos más si nuestra mente se encuentra en estado deprimido. Pero y ya a nivel personal, a nivel de los que sufrimos de estas depresiones y de las recaídas en el vicio, recuerdo también haber leído sobre el tema de la restauración, de la resurrección del alma a través de la Temperancia y la Resiliencia, decía un Psicólogo que si las personas supieran por lo que pasan aquellos que están en estado de abstinencia, en periodos de recuperación; no les pedirían ni les exigieran a estas personas semejante esfuerzo, muy por el contrario, pondrían el alcohol, el cigarro, los fármacos y las drogas en manos de aquellos que con valor impresionante, intentan llegar a una sanación. Un médico de la Universidad de Ciencias de la Salud de Oregon ha revisado la literatura sobre este tema y ha concluido que los sentimientos reprimidos de pérdida, negación, depresión, inflexibilidad, conformismo, carencia de vínculos sociales, niveles elevados de ansiedad e insatisfacción y muchos sucesos que cambian la vida están relacionados a una mayor incidencia de cáncer, enfermedades cardíacas e infecciones.
Los Remedios de Dios: Frente a esta realidad tenemos el consejo inspirado de que si la mente es libre y feliz, por una conciencia de bien hacer y un sentido de satisfacción en hacer felices a otros, crea una alegría que reaccionará sobre todo el sistema, produciendo una mejor circulación de la sangre y una tonificación de todo el cuerpo. Salomón escribió cerca de 900 años antes de Cristo: “El corazón alegre constituye buen remedio, mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov. 17:22) y David su padre comenta también su experiencia vivida con la culpa describiendo que “cuando callé se envejecieron mis huesos” (Salmo 32:3). Dios conociendo la forma en que la alegría eleva nuestra inmunidad y nos protege contra la enfermedad, nos ha dejado numerosas veces la orden: “Siéntanse Gozosos de Mí”, “Alegraos”, “Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria”, “Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre”. Dios es nuestro creador y como tal conoce perfectamente cómo funciona nuestro cuerpo y nuestra mente. Envió a su hijo para que tengamos “vida y para que la tengamos en abundancia” (Jn. 10:10). Su anhelo es vernos felices y al obedecer sus leyes podremos serlo. Nos invita a tener una mente optimista, feliz, confiada en sus promesas, libre de ansiedad y culpa, sabiendo que de esta manera estaremos siendo “vacunados contra toda enfermedad”.
Sobre Dios y la solución a los problemas que nos agobian hoy en día he leído repetidamente sobre La Temperancia. “Los hombres no serán nunca temperantes hasta que la gracia de Cristo sea un principio viviente en el corazón”. Las circunstancias no pueden producir reformas; el Cristianismo propone una reforma del corazón. Lo que Cristo obra dentro, se realizará bajo el dictado de un intelecto convertido. El plan de comenzar afuera y tratar de obrar hacia el interior siempre ha fracasado, así que la única manera de estar libre de enfermedades y vicios es comenzando a obrar desde el interior, desde el corazón, desde el alma y de ahí trabajar hacia fuera. Uno de los efectos más deplorables de la apostasía original fue la pérdida de la facultad del dominio propio por parte del hombre. Sólo en la medida en que se recupere esta facultad puede haber verdadero progreso; el cuerpo es el único medio por el cual la mente y el alma se desarrollan para la edificación del carácter. De ahí que el adversario de las almas encamine sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de las facultades físicas. Su éxito en esto envuelve la sujeción al mal de todo nuestro ser. A menos que estén bajo el dominio de un poder superior, las propensiones de nuestra naturaleza física acarrearán ciertamente ruina y muerte. El cuerpo tiene que ser puesto en sujeción a través de la temperancia de nuestra alma.
Los Remedios de la Psicología: el Psicólogo intenta siempre reconstruir lo que el ser humano ha perdido en la adversidad. “Nos convertimos en supervivientes solo cuando nuestra naturaleza interior carece de fortaleza, de valor y de carácter; y ante los cambios constantes y la falta de éxitos y esperanza sedemos ante la presión, buscando de nuevo la muleta del vicio para poder seguir vivos al menos un día mas”. La Psicología busca en lo mas profundo de nuestras mentes los motivos y las causas de la perdida del carácter, de la falta de adaptación a los cambios y el porque de la caída en el vicio y que clases de señas se perciben para buscar un patrón preexistente en todos los seres humanos para determinadas conductas. Pero a pesar de todos sus estudios existe algo que ella aun no entiende, decía el gran Psicólogo Al Siebert “hay que estudiar y comprender a las personas con una salud mental tan buena que podrían sobrevivir a adversidades vitales extremas, sin convertirse en pacientes psicológicos e incluso salir mas fortalecidas que antes”. A esta salud mental la ciencia de la Psicología la ha llamado Resiliencia: la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La Resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. La literatura científica actual demuestra de forma contundente que la Resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad.
Es en este punto donde el mundo y sobre todos los sabios griegos, a los que definitivamente admiro, decidieron hacer una pequeña unión placida y equilibrada entre la Ciencia y Dios, esta unión la llamaron Filosofía, y que conste que esta es solo un pensamiento personal, no una regla universal, ya que así considero yo a la Filosofía. Así que para otorgarle yo el crédito a Dios y entonces esperar que la ciencia le de siquiera el beneficio de la duda, no podríamos llamar a esta Resiliencia que poseen algunos seres humanos, la temperancia de la que tanto Dios nos habla, en mis lecturas personales estos dos conceptos se me hacen tan definitivamente parecidos que le propongo incluso a la Real Academia de la lengua Española considere colocar en sus diccionarios a estas dos palabras como sinónimos. Los que si les digo a todos los que tengan oportunidad de leer esto es que cuando tenemos a un familiar, a un amigo, a nuestra pareja enferma del alma y de la mente o simplemente enferma de estrés o de esquizofrenia, buscar fortalecer nuestra propia Resiliencia, nuestra propia Temperancia, no intenten jamas ayudar a una persona con estas enfermedades si no estamos nosotros mismos sanos de espíritu y fortalecidos en la mente, dejen a los pastores del Señor obrar con su Fuerza y temperancia, dejen a los Psicólogos trabajar con su sabiduría y Resiliencia, total en ambas manos esta siempre la gracia de Dios.
José Antonio Omaña Lezama.
(Primera Parte)
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo poniendo su propia imagen en él tanto en el aspecto físico como en lo mental y espiritual. Sin embargo al entrar el pecado al Edén rompió la armonía que existía y el hombre comenzó a cosechar los resultados de su desobediencia. Debió abandonar su bella morada y con ello también perdió el acceso al árbol de la vida iniciando así su descenso físico y su decadencia hasta llegar a la muerte, esta es la historia que por un lado nos cuenta el evangelio, la Biblia y en fin la gran mayoría de las religiones existentes en el planeta.
Han pasado cerca de seis mil años del comienzo de la historia escrita y más de quince mil años del comienzo exitoso de la especie humana; pero, al igual que Adán, seguimos teniendo la promesa de una restauración en la persona de Jesucristo, o de una restauración de manos de la ciencia. Una restauración basada en salud, paz y perfección de carácter; una restauración tanto del alma como del cuerpo; una restauración de la vida moderna y desenfrenada del hombre en una vida completamente espiritual y de restauración física, libre del pecado y con la promesa asegurada de ambas partes de la curación de todas las enfermedades.
Relación Mente-Cuerpo: Cristo conocía la gran relación existente entre la mente y el cuerpo, donde la primera influye sobre el último y viceversa. La ciencia busca ese mismo conocimiento a través de muchas de sus ramas, pero yo entiendo de la Psicología. En esta se busca la relación existente de muchas enfermedades que afligen hoy a la humanidad y que se comprueba tienen su origen en la mente y solo se pueden curar si se recupera la salud de ésta. La Psicología ha estudiado la relación que existe entre los estados psicológicos negativos, como la ansiedad y la depresión, y el sistema inmunológico. Los resultados obtenidos sugieren que la depresión y la ansiedad están relacionadas con una disminución en la producción de linfocitos (glóbulo blanco especial para la inmunización) y su actividad natural de destrucción de las células invasoras, además de disminución en la sangre de la cantidad total de glóbulos blancos y de anticuerpos. Por lo tanto nos enfermamos más si nuestra mente se encuentra en estado deprimido. Pero y ya a nivel personal, a nivel de los que sufrimos de estas depresiones y de las recaídas en el vicio, recuerdo también haber leído sobre el tema de la restauración, de la resurrección del alma a través de la Temperancia y la Resiliencia, decía un Psicólogo que si las personas supieran por lo que pasan aquellos que están en estado de abstinencia, en periodos de recuperación; no les pedirían ni les exigieran a estas personas semejante esfuerzo, muy por el contrario, pondrían el alcohol, el cigarro, los fármacos y las drogas en manos de aquellos que con valor impresionante, intentan llegar a una sanación. Un médico de la Universidad de Ciencias de la Salud de Oregon ha revisado la literatura sobre este tema y ha concluido que los sentimientos reprimidos de pérdida, negación, depresión, inflexibilidad, conformismo, carencia de vínculos sociales, niveles elevados de ansiedad e insatisfacción y muchos sucesos que cambian la vida están relacionados a una mayor incidencia de cáncer, enfermedades cardíacas e infecciones.
Los Remedios de Dios: Frente a esta realidad tenemos el consejo inspirado de que si la mente es libre y feliz, por una conciencia de bien hacer y un sentido de satisfacción en hacer felices a otros, crea una alegría que reaccionará sobre todo el sistema, produciendo una mejor circulación de la sangre y una tonificación de todo el cuerpo. Salomón escribió cerca de 900 años antes de Cristo: “El corazón alegre constituye buen remedio, mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov. 17:22) y David su padre comenta también su experiencia vivida con la culpa describiendo que “cuando callé se envejecieron mis huesos” (Salmo 32:3). Dios conociendo la forma en que la alegría eleva nuestra inmunidad y nos protege contra la enfermedad, nos ha dejado numerosas veces la orden: “Siéntanse Gozosos de Mí”, “Alegraos”, “Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria”, “Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre”. Dios es nuestro creador y como tal conoce perfectamente cómo funciona nuestro cuerpo y nuestra mente. Envió a su hijo para que tengamos “vida y para que la tengamos en abundancia” (Jn. 10:10). Su anhelo es vernos felices y al obedecer sus leyes podremos serlo. Nos invita a tener una mente optimista, feliz, confiada en sus promesas, libre de ansiedad y culpa, sabiendo que de esta manera estaremos siendo “vacunados contra toda enfermedad”.
Sobre Dios y la solución a los problemas que nos agobian hoy en día he leído repetidamente sobre La Temperancia. “Los hombres no serán nunca temperantes hasta que la gracia de Cristo sea un principio viviente en el corazón”. Las circunstancias no pueden producir reformas; el Cristianismo propone una reforma del corazón. Lo que Cristo obra dentro, se realizará bajo el dictado de un intelecto convertido. El plan de comenzar afuera y tratar de obrar hacia el interior siempre ha fracasado, así que la única manera de estar libre de enfermedades y vicios es comenzando a obrar desde el interior, desde el corazón, desde el alma y de ahí trabajar hacia fuera. Uno de los efectos más deplorables de la apostasía original fue la pérdida de la facultad del dominio propio por parte del hombre. Sólo en la medida en que se recupere esta facultad puede haber verdadero progreso; el cuerpo es el único medio por el cual la mente y el alma se desarrollan para la edificación del carácter. De ahí que el adversario de las almas encamine sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de las facultades físicas. Su éxito en esto envuelve la sujeción al mal de todo nuestro ser. A menos que estén bajo el dominio de un poder superior, las propensiones de nuestra naturaleza física acarrearán ciertamente ruina y muerte. El cuerpo tiene que ser puesto en sujeción a través de la temperancia de nuestra alma.
Los Remedios de la Psicología: el Psicólogo intenta siempre reconstruir lo que el ser humano ha perdido en la adversidad. “Nos convertimos en supervivientes solo cuando nuestra naturaleza interior carece de fortaleza, de valor y de carácter; y ante los cambios constantes y la falta de éxitos y esperanza sedemos ante la presión, buscando de nuevo la muleta del vicio para poder seguir vivos al menos un día mas”. La Psicología busca en lo mas profundo de nuestras mentes los motivos y las causas de la perdida del carácter, de la falta de adaptación a los cambios y el porque de la caída en el vicio y que clases de señas se perciben para buscar un patrón preexistente en todos los seres humanos para determinadas conductas. Pero a pesar de todos sus estudios existe algo que ella aun no entiende, decía el gran Psicólogo Al Siebert “hay que estudiar y comprender a las personas con una salud mental tan buena que podrían sobrevivir a adversidades vitales extremas, sin convertirse en pacientes psicológicos e incluso salir mas fortalecidas que antes”. A esta salud mental la ciencia de la Psicología la ha llamado Resiliencia: la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La Resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. La literatura científica actual demuestra de forma contundente que la Resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad.
Es en este punto donde el mundo y sobre todos los sabios griegos, a los que definitivamente admiro, decidieron hacer una pequeña unión placida y equilibrada entre la Ciencia y Dios, esta unión la llamaron Filosofía, y que conste que esta es solo un pensamiento personal, no una regla universal, ya que así considero yo a la Filosofía. Así que para otorgarle yo el crédito a Dios y entonces esperar que la ciencia le de siquiera el beneficio de la duda, no podríamos llamar a esta Resiliencia que poseen algunos seres humanos, la temperancia de la que tanto Dios nos habla, en mis lecturas personales estos dos conceptos se me hacen tan definitivamente parecidos que le propongo incluso a la Real Academia de la lengua Española considere colocar en sus diccionarios a estas dos palabras como sinónimos. Los que si les digo a todos los que tengan oportunidad de leer esto es que cuando tenemos a un familiar, a un amigo, a nuestra pareja enferma del alma y de la mente o simplemente enferma de estrés o de esquizofrenia, buscar fortalecer nuestra propia Resiliencia, nuestra propia Temperancia, no intenten jamas ayudar a una persona con estas enfermedades si no estamos nosotros mismos sanos de espíritu y fortalecidos en la mente, dejen a los pastores del Señor obrar con su Fuerza y temperancia, dejen a los Psicólogos trabajar con su sabiduría y Resiliencia, total en ambas manos esta siempre la gracia de Dios.