Mira… ahí va el amor, no lo reconocía,
una vez siendo niño, en las calles de un llano chiquito
y con una extraña mezcla de gusto, susto y busto
vi pasar un cuerpo de mujer que era distinto a las demás
era el cuerpo de esa sureña, con el que mi alma aun sueña.
Después crecimos, volamos, nos separamos;
vague de pueblo en pueblo, de cuerpo en cuerpo
de frenesí en frenesí, y el amor con sus azares te olvidaba,
y al correr mas duro y despiadado, para viajar más lejos,
terminaba en mi mente siempre cruzando esa montaña nevada.
Comencé a escribir de maneras melancólicas,
para aquellos amores que no se iban ni venían
para las gordas, las pequeñas, las flacas, rubias y morenas,
para las que no doblaron la esquina y sobre todo a ti
que al partir en viaje evitando el invierno norte, te llevaste el mío.
Hoy veo de nuevo al amor ya con cabellos grises,
comprendo por sus tantos viajes falsos y verdaderos;
escucho aquel niño que conoció al amor en las calles del llanito
decirme en voz baja y con la pena aun en sus ojos…
Mira… ahí va el amor, que de niños nos consumía.