¿Cuantas personas se pueden amar en una vida? Personas digo porque yo amo a mi padre, a mi sobrino, a mi abuelo. ¿Cuántas mujeres puedo amar en esta vida? Y digo mujeres porque yo amo a mi madre, a mis hermanas, a mis ahijadas, a M, a Y, a F, a A, en fin a todo el abecedario y claro a mis abuelas. Cuando mi abuelita Victoria Viloria de Lezama murió, recuerdo que le escribí algo, no por eso me siento obligado a escribir esto, ya que considero que yo escribo porque me da la gana, pero acá le escribo ahora a una de esa mujeres que yo en mi vida he amado, amo y amare por siempre, mi otra abuela Julia Herminia Hernández de Omaña… He pensado que podría decir algo sobre ti abuela, pero mas bien tendría mil cosas que decir, sobre todo anécdotas, que de esas hay mas de mil en la familia, yo aseguro que la mas popular de tus anecdocuentos es el de cuando te pedíamos nos bendijeras, o como decimos en Venezuela, bendición abuela, tú respondías “Dios te Bendiga y te de Salud y mucho Centavo, eso si, si te da centavo no te olvides de mí” otra muy personal es ese cuento que aunque nunca ocurrió, siempre repetías de la siguiente manera, “cuando venga un ladrón y entre a esta casa a robar, y vea que aquí esta José Antonio, y se le quede viendo va a decir, no señor disculpe no era para acá que yo venia, me equivoque de casa” cuento que imagino yo te gustaba repetir en alusión a mi estatura y corpulencia. Como olvidar también esas incomparables jaleas de mango, tus tortas de piña, las de galleta “maría”. Robándole el eslogan a la gente de la tarjeta de crédito “esos momentos no tiene precio”. Como olvidar nuestras caminatas buscando mango en tus matas para la jalea y para que me llevara otros a casa. Tus cuentos sobre tu verdadera edad ante quien fuera son innumerables, que edad tiene la señora: 90, 91, 92… quien sabe porque fue tantas veces y enseguida saltabas diciendo “QUE??? No señor 55, 56, 60…” así que mas por amor que por otra cosa voy a decir acá que tienes 60 años, aunque en esta tierra hayas vivido 96. Sabes la que a mi mas me gustaba era cuando me preguntabas “¿y tu cuando te vas a casar? – yo me case ya abuela – ¿QUE? Y no me invitaste para tu boda” que momentos tan hermosos y felices, y por supuesto sabiendo que si fuiste a mi boda, como olvidarlo, como olvidar ese sobre que me diste, sabes que ese dinero lo tengo guardado en las cajas de mis recuerdos, ese sobre con quince billetes de veinte bolívares, o sea, tres cientos bolívares, esos son los centavos que le daré a DIOS por ti cuando lo vea. Por supuesto no podías irte sin una ultima, que me la contaron abuela, porque lamentablemente yo no estaba contigo ese día, pero cuando en ambulancia te trasladaban al hospital por lo de los pulmones me dijeron que mencionaste al conductor de la ambulancia “que muchacho tan guapo” definitivamente otra de tus ocurrencias únicas e impresionantes que hacían de tu vida una vida llena de gozo, de alegrías y de mucho amor. Limitar este escrito a tus anécdotas y a mi recuerdos contigo seria intentar escribir una enciclopedia de dieciséis volúmenes; así que contare otras pocas cosas como por ejemplo lo súper coqueta que eras, lo perfectamente agraciada que te vestías, no pasaba un día en tu vida en que no te entalcaras, jamás conocí otro uso para el talco que no fuese solo el que tú le dabas, desde tu barbilla hasta los dedos de tus pies, ah y no cualquier talco, tiene que ser el de bebe o talco “melody” para niños, sino eso no es talco. Otra cosa seria contar sobre el legado que dejas en esta tu tierra: ocho hijos, a lo que te sobreviven seis, Sara, Carlos (cartucho), José Antonio (toño, mi padre) su morocho Julio César+, Jilma, Rosalina (lala), Roberto y Yajaira+. Tus veintiún nietos (que yo sepa claro): José Vicente y Herminia; Juan Carlos, Antonio José, Mariangel, Aura (aurita), Pedro y Zuleima; María Luz, José Antonio (yo mismo soy) y María Julia; José Antonio (toñito), María Auxiliadora y Julio César; Omar José, Carolina, July y Jilma (jilmita); Verónica, Rosalina (yeye) y Roberto Antonio. Tienes que yo sepa, veinticuatro bisnietos y no se todos sus nombre, así que no nombro a ninguno y por supuesto la guirnalda de un tataranieto que por ser uno se que se llama Sebastian. Y que hay de contar cuentos, aunque tu memoria a corto plazo te jugo bromas en tus últimos años, no me queda duda de que en tu memoria de la niñez, de tu adolescencia, de tu vida de mujer casada y del hogar jamás falto detalle de esto en tus cuentos, todo lo tenias grabado como se graba el amor en nuestras venas para atar el corazón de la conciencia, por cierto, corazón el tuyo que era tan inmenso que ni los doctores pensaban que fuese cierto, sabido por toda la familia que hace mas de quince años un doctor nos dijo que te disfrutáramos, porque tenias un corazón extrañamente inmenso y que muy pronto ese lo haría fallar, fueron los años de regalos de amor de ti para tu familia, gracias por esos tiempo que le quitaste a Dios para estar entre nosotros; sobre tus cuentos infinidad tengo, pero recuerdo ese que siempre me decías de cuando un día viajabas en auto con abuelito y se toparon con el auto del General Gómez y me contabas que ni siquiera volteaste a verlo, por respeto a mi abuelo y es que en esa época las mujeres casadas no volteaban a ver a ningún hombre, no como ahora me decías. Y el de José Bardina, no ese cuento también es muy bueno, la vez que dormías en la casa del Llanito y soñabas con el y despertaste y yo estaba a tu lado y me jamaqueaste regañándome que porque te desperté, si estabas soñando con ese actor, definitivamente eras única abuela. No olvido el día de tu cumpleaños 93, fue grandioso, había mucha familia ese día, mucha celebración, y sentada viéndome tomar una cerveza me pediste que te trajera una, por supuesto que sin vacilación te la traje, y luego se que pediste otra por ahí, pero que bueno pensaba yo, abuela aun se toma su cervecita. Abuela por supuesto que lamento que el 23 de mayo del 2007 te tropezaras en el jardín y cayeras, por supuesto que lamento que tus dos últimos años de vida los pasaras en una cama, y de esos por supuesto que lamento tengo mas, pero esos son los que mas me enervan, aun así te doy gracias que después de esa caída nos seguiste regalando del tiempo que tenias para Dios, dos años mas, en eso eras una mujer impresionante, en saber pedirle tiempo a Dios para estar con la familia, ahora estas allá, con él, con el abuelo, y con tus hijos Julio y Yajaira y con esos millones de millones de ángeles que gozan tu llegada para escuchar tus cuentos. Por eso pienso en lo afortunados que fuimos de tenerte tanto y en mucho mas afortunado que es el cielo de tenerte ahora para siempre, los pondrás al día con las comiquitas, porque las veías todas, los pondrás al día con las aventuras del chavo del ocho, porque mucho te gustaba, en eso me enorgullezco de parecerme a ti, aun veo algunas comiquitas y procuro no dejar de ver el chavo del ocho y cualquier otro programa que alegre mi vida, mi corazón y me arranque carcajadas, imagino que eso lo aprendí de ti. Bueno abuela, tengo muchisisisimas cosas mas que contar de ti, pero de eso hablaremos cuando nos veamos. Un beso, sabes que te amo y que te amamos mucho en la familia por siempre, la Bendición… …y mucho centavo.
José Antonio Omaña Lezama